Ser humano en un mundo urbano
No es fácil salir de esta corriente consumista, que nos invita incesantemente al materialismo y al gasto.
Nos venden que lo ideal es estudiar, para el día de mañana tener un buen trabajo, con el que ganar mucho dinero. Es lo que llamamos la sociedad del consumo:
Trabajo dedicándole muchas horas y esfuerzo, sacrificando mi tiempo para después compensarlo con las cosas que importan y que me hacen aparentar de cara a los demás.
¿Eres consciente de lo poco que te mueves?
¿Te has fijado en el nadador que haciendo una travesía por el mar debe levantar la cabeza de vez en cuando, para comprobar que va por el buen camino y que no se desvía? Parece una buena estrategia.
Invierte tu tiempo en todo aquello que te divierta, te reconforte y te aporte alegrías. Si lo analizas un momento, te darás cuenta de que no son las cosas materiales las que te hacen feliz. Que no pase un solo día en que no sonrías, no te muevas, no bailes, no bromees y no disfrutes del sol, o de la lluvia, o de todo lo bueno que tienes ahí fuera.
No te contagies por los medios de comunicación, la moda, la gente superficial e insegura. Sé tú mismo. Sólo de esa forma podrás encontrar el camino y empezar a dar los primeros pasos.
Pues no tiene sentido hacer una travesía a nado sin levantar la cabeza y mirar hacia dónde vas.
¿Cómo seguir siendo humanos en un mundo cada vez más digitalizado?
Quizás estemos en el momento de la historia en que, la brecha entre nuestro estilo de vida y nuestra esencia como humanos, estén más distantes.
Vivimos en una burbuja de pseudo seguridad que no es real, amparados por la ciencia y medicina que amortiguan o lo intentan, las consecuencias de este estilo de vida tan sedentario.
Disponemos de poco tiempo para nosotros, para hacer lo que nos gusta, para el disfrute. Los días pasan volando, se hacen aburridos e iguales. Todo se repite, pocas cosas son novedad. Y es esta novedad, la que buscamos en los programas de TV, series y películas.
¿Cómo cambiar esta dinámica?
La epigenética nos muestra como el medio ambiente y los estímulos que le damos a nuestro cuerpo, pueden generar cambios en nuestro organismo. Es fundamental entender e intentar comprender cómo funciona nuestro cuerpo, ya que así podremos estimularlo de forma inteligente.
El movimiento nos conecta con nuestro ser humano
Movernos supone estimular el cerebro, y activar muchos sistemas que trabajan coordinados para ofrecernos calidad en nuestros gestos y acciones. Movernos, nos conecta con nuestra más profunda esencia como seres humanos, nos conecta con la naturaleza de quien somos y con la madre tierra.
Es la forma más sencilla de conectar con nosotros mismos, de mantener nuestro cerebro joven y de cuidar nuestras articulaciones. Y cada vez lo hacemos menos.
La corriente de una sociedad tan acostumbrada a vivir inmersa en las ciudades, nos lleva sin descanso a desconectar de lo que fuimos, de lo que somos: seres humanos integrados en la naturaleza.
Las ciudades cada vez son más grandes, la naturaleza más alejada y escasa, y las comodidades de un mundo en el que todo está al alcance de un clic.
Conservando mis sentidos
Este ritmo urbano que nos ha domesticado, nos ha debilitado mecanismo que son inherentes a nuestra especie. Dichos mecanismos se conservaron con un propósito de supervivencia, que ahora no es tan necesario por este estilo de vida del confort.
Una de las claves para frenar esta dinámica consiste en movernos para resolver retos cognitivos que nos estimulen y nos hagan pensar.
Pensar, va a suponer uno de los cambio necesarios a los que se enfrenta esta humanidad tan automatizada, del fast life, en que pensar parece que nos ocupa un tiempo que no queremos dedicar.
Pensar va a ser clave para conservar nuestra reserva cognitiva, tan importante para prevenirnos de enfermedades neurodegenerativas que nos incapacitan y tanto daño están causando.
En este sentido, parece que moverte y pensar, resolviendo retos físicos a través del movimiento del cuerpo y de conectar contigo mismo; se nos antoja una combinación excelente para que pruebes.